sábado, 26 de julio de 2014

Abril Rojo y los reptiles


En Abril Rojo (2006), Santiago Roncagliolo hace constancia de un universo sumido en una guerra continua entre las diversas facciones que juegan un rol en la novela, mismas que portan de manera particular una serie de conflictos que no terminan de resolver, aunado a la representación en conjunto de una violencia política y una ritualización social. Lo anterior se muestra y se lleva a la par del thriller policiaco de forma ascendente durante la narrativa, aunque en un inicio se mantiene con cierta distancia del fenómeno producido por los grupos dominantes en Ayacucho, ciudad donde se desarrolla la trama, y se adentra paulatinamente, a través del fiscal Chacaltana, en la exhibición del funcionamiento de estos organismos de poder y control.

La articulación de estos sistemas parte de cada individuo, particularmente de un complejo reptiliano, el cual ha sido estudiado por herpetólogos y conceptualizado a su vez por antropólogos, sociólogos y psicólogos. El complejo reptiliano responde a una estructura profunda que biológicamente, en los seres humanos, forma parte de nuestra zona posterior del cerebro, donde se localizan aquellos procesos que guardan estrecha relación con el sentido de auto conservación; que a su vez tiene el papel estelar en la conducta agresiva, la territorialidad, los actos rituales y el establecimiento de jerarquías sociales, como lo explica Paul D. Maclean en su libro A Triune Concept of the Brain and Behaviour. Razón por lo cual es interesante evidenciar que en Abril Rojo todas estas características que se atribuyen al comportamiento de los reptiles son expuestas y reafirmadas a lo largo de la trama.

Existe una contradicción entre los impulsos agresivos y la conservación de nuestras sociedades, ya que la agresividad que emana del aspecto primitivo es un elemento necesario para la conservación de la especie. Konrad Lorenz, el médico y zoólogo austriaco, respecto a lo anterior, justifica en su interpretación del complejo reptiliano la agresión y la violencia de los grupos dominantes, específicamente aquellos relacionados a la política y los grupos de poder, con el fin de que la sociedad, que de alguna manera le pertenece a estos clanes con supremacía, no se encuentre globalmente amenazada, con la condición de que esta violencia esté enmarcada en actos ritualizados, los cuales generan mecanismos especiales de inhibición de las pulsiones de la población. Podemos constatar en la novela la mancuerna en este sentido entre la milicia y la Iglesia Católica, así como vemos el impacto de estos sistemas donde se establecen rituales que mantienen en sopor a los miembros de la sociedad, mostrando a los habitantes de Ayacucho como una población callada, desconfiada, lastimada por los sucesos terroristas y conflictos que recientemente la afectaron. Además de que en la novela los asesinatos guardan estrecha relación con los actos religiosos, vemos a su vez como existen zonas militares donde las leyes son prácticamente suspendidas y gozan de un poder casi absoluto, el cual se respalda en el argumento de estar aún en un estado de emergencia.

Lorenz infiere que se trata de establecer “quién es el más fuerte, sin estropear demasiado al más débil” (1998, p.111). En el hecho de establecer la superioridad converge el sentido de territorialidad, el cual el autor retrata con los senderistas y la guerra popular, atribuyéndoles una gran carga ideológica. Otro de los aspectos mencionados en relación al comportamiento de los reptiles y los humanos es la conformación de jerarquías, en estas estructuras se sustentan unos a otros, el personaje de Félix Chacaltana hace muy clara esta facción. Inicialmente participa dentro del sistema apegado a la formalidad y la legitimación de los procesos en que su gestión debe realizarse, sin embargo descubre en el camino la corrupción y la manipulación de la información, los cuales le permiten caer en cuenta del poder que puede poseer. 

La novela es un retrato de una condición político-cultural que rebasa fronteras y cuya base puede ser observada en cualquier contexto. Es preciso aceptar que aquellos aspectos biológicos que poseemos, como lo son las características propias de nuestro cerebro primitivo, tienen su función ya establecida en el sistema del cual no podemos excluirnos, aún con el desconocimiento del mismo, pues somos parte de una estructura social en la cual la supervivencia sigue siendo el objetivo, lo sugestivo al hacer consciente estos aspectos es el entender los mecanismos que operan, buscando que cada vez sean menos los afectados en la dinámica social.

Referencias

Lorenz, K. (1998). L’agression. Une histoire naturelle du mal. Paris: Flammarion.

Roncagliolo, S. (2006). Abril Rojo. Lima: Alfaguara.

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